El lunes después de lo de
Jacksonville nos encontrábamos todos en un estado que mezclaba la euforia con lo sensación de la oportunidad perdida, había sido la hostia, sí, pero el quedarnos fuera del Club Paris seguía siendo una espina clavada. Estábamos decididos a conseguir que el fin de semana que se avecinaba fuese tan bueno como el anterior e incluso mejor, pero no teníamos dinero como para podernos dar otro viajecito, así que la solución tenía que ser otra. Después de pensarlo un rato, y viendo la escasa oferta de ocio que Milledgeville nos ofrecía para el fin de semana, decidimos que si tú no puedes ir a la fiesta, la fiesta tiene que venir a ti. Ya estaba decidido, teníamos que organizar una fiesta, una tan brutal que quedase registrada en los anales de Georgia College. Fuimos a
Facebook (algún día explicaré en detalle en qué consiste esto) y creamos un evento “Spanish Party”, aún no sabíamos en que iba a consistir la fiesta pero estas cosas han de anunciarse con tiempo, así que anunciamos una fiesta en nuestro apartamento e invitamos a todos nuestros contactos.
Una vez establecidas las bases, llegaba el momento de pensar qué ibamos a hacer para que nuestra fiesta no fuese igual que todas las demás fiestas a las que habíamos acudido durante nuestra estancia en Milledgeville. Teníamos que marcar la diferencia. Preguntándonos qué es lo que distingue una fiesta buena de una mala llegamos rápido a una respuesta: Para que una fiesta sea buena todo el mundo tiene que tajarse a niveles etílicos peligrosos. La idea es sencilla, pero la ejecución requiere mucho dinero, aquí en Estados Unidos el alcohol es caro, muy caro, y nuestro capital era más bien ridículo. Pensando cómo hacerlo, recordé que, poco antes de venir a EEUU por primera vez, un hombre sabio me enseñó la receta de una bebida prohibida, una receta que sólo debe utilizarse en momentos puntuales, momentos críticos que requieran acciones drásticas, y éste era uno de esos momentos. Era el momento de sacar a la luz… ¡LA SANGRÍA ESPECIAL DE GERARDO! Como supongo que esto no os dirá nada, excepto a Maese Rob y a Maiki, y al propio Gerardo claro, procederé a explicar los ingredientes:
• Sangría Don Simón. En efecto, ¿para qué molestarte en hacer tu propia sangría que seguramente vaya a saber a mierda si ya la venden hecha? Aquí Don Simón lógicamente no hay, pero había una sangría de California en el Wal-Mart que podía dar el pego
• Fruta. Mucha fruta, fruta con cojones, porque así la sangría parece natural, y le da un toque exótico. La fruta puede ser cualquiera, limones, manzanas, naranjas, etc., pero una es imprescindible: melocotón en almíbar, sobre todo por el sabor dulce que da el almíbar.
• Azucar, que junto al almíbar, la fruta y la sangría en sí hace que la sangría sea jodidamente dulce y las niñas la beban, incautas de lo que les espera.
• Ron, con cojones también. ¿Pensabais que la gente se iba a tajar con una mierda de sangría prefabricada dulce? Hay que echar el ron más malo que tengas, porque taja igual, o más, y nadie va a notar la diferencia de sabor. Hay que tener cuidado al echarlo, porque si bien hay que echar mucho para que la gente se taje, no hay que echar tanto como para que la gente lo note demasiado, si se dan cuenta de que en realidad se están metiendo una bomba de ron en el estómago la gente beberá con precaución, y eso no es lo que buscamos.
• El ingrediente secreto: Canela, mucha también, contribuye a la dulzura de la sangría y además la leyenda urbana dice que es afrodisiaca, así que, como cuando el río suena agua lleva, algo hará.

Gracias don simón.
Una vez preparado el brebaje infernal éste en todos los cubos y recipientes que teníamos disponibles, preparamos la sesión de música. Una mezcla de los super hits más casposos y cutres de la música de la España cañí, con lo más propenso al frote del hip hop comercial americano y el reaggeton sudamericano, intercalando entre medias alguna canción decente para los pequeños momentos de lucidez, y sobre todo para el principio de la fiesta, momento en el que la gente aún no va tajada y no es cuestión de espantarla tan rápidamente.

Vendiendo la "spanish way of life"
Todo estaba preparado y la hora fijada se acercaba, así que cenamos, nos duchamos, y sacamos todos los muebles del salón excepto un sofá y una mesa porque nuestro apartamento es un cubil y si no, no entran más de 20 personas. En un principio fijamos las 9 como hora de comienzo de la fiesta, pero posteriormente decidimos avisar a la gente de que no viniese hasta las 10 porque ni de coña íbamos a estar listos, las costumbres arraigadas son difíciles de cambiar, y eso de cenar a las 8 de la tarde aún no lo llevamos muy bien.
Llegaron las 10:20 y no había ni Perry, empezaron a oírse las primeras predicciones catastrofistas y una sensación de pesimismo empezó a invadir el ambiente. Cuando poco antes de las 11 sólo habían llegado poco más de media docena de amigos de Enrique (el tío que no se vino a Jacksonville) la cosa fue a peor y empezaron las caras largas y los reproches organizativos. Parecíamos condenados a ahogar nuestras penas en nuestra propia bebida trampa, qué irónico destino, pero entonces empezó a aparecer gente como si hubieran estado escondidos debajo del felpudo todo ese rato, en menos de 5 minutos la casa estaba a rebosar y los primeros valientes empezaban a probar esa bebida rara servida en cubos de fregar, lo cual no daba mucha confianza (en mi defensa he de decir que personalmente limpié cada uno de los cubos, ¡que sí joder!). Una vez que el resto de invitados vieron que nadie moría por ingerir la sangría, y que incluso nos felicitaban por su insuperable sabor, se abalanzaron sobre ella y sus caras de placer hacían adivinar el cariz que iban a tomar los acontecimientos.

Parecía un tebeo de Mortadelo: “¡Jefe que me pisa la nariz!”
A eso de las 12:30 la gente ya iba mamada hasta las trancas, la música más chusca empezó a sonar y llegó el momento en el que los españoles tenían que dar la nota. Al compás de infracanciones de Los del Río, Estopa, Manolo Escobar, Azucar Moreno, Los Chichos, Los Manolos, o los Gipsy Kings, demostramos que todo Vallisoletano tiene un pequeño gitano andaluz dentro de su pequeño corazoncito, y que el tópico de que en España todos somos toreros, bailaores de Flamenco, o incluso
trileros, es cierto, o al menos cuando estamos en el extranjero. Ante el asombro y el estupor de los tipos de decenas de otras naciones allí reunidos, dimos todo un curso de palmeo (Lasa palmero me llaman algunos), y de poco sentido del ridículo, causando que todos se unieran a nosotros como buenamente podían.

El poder del flamenco metal.
Una vez puestas las bases llegaba el momento que todos estábamos esperando, el frote puro y duro, desplegamos todo nuestro arsenal de Hip Hop comercial y reaggeton y vimos como nuestras expectativas se veían más que colmadas. ¡¡La gente estaba desbocada!! Después del consiguiente despolle por mi parte, creo que la cara de alegría y satisfacción por el trabajo bien hecho que puse en ese momento rara vez podrá repetirse en mi vida, decidí lanzarme a la vorágine de cuerpos frotantes.
Tras un rato de frote y diversión como pocos en mi vida, busqué un poco de relax junto a la sangría para beber y charlar un rato con un poco de tranquilidad con el resto de españoles sobre el éxito conseguido. Y es en estos momentos relajados, cuando menos te los esperas, cuando más ilusión te hacen los momentos surrealistas de la vida. Seguro que ya os he hablado a alguno de los que me conocéis en persona acerca de Aloce Cheng (Su nombre de pila no es ese, pero no quiero que algún día lea esto buscando su nombre en Google). Aloce es una chica china pero que vive en Finlandia, y probablemente es una de las asiáticas más pivones que me he echado a la cara, al principio intenté meterla fichas pero pronto me enteré de que estaba prometida, un novio finlandés, alto y rubio, con muchas pelas, con el que se fue de crucero durante las vacaciones de Navidad, así que mis probabilidades de éxito eran bastante cercanas a cero, por lo que desistí en mi intento de conseguir nada con ella y me dediqué simplemente a comportarme con ella como un buen amigo. Pues bien, los asiáticos en general no son muy dados a las fiestas, es casi imposible verles en la discoteca, y aún más difícil verles borrachos, pero eso día Alice iba como las cebras, la sangría dulce pero mortal había cumplido su objetivo.

El cabrón de Borja intentando frotarse con Mrs. Cheng
Alice se acercó a mí gritando ¡¡¡Alcoholic Luis!!! ¡¡¡Alcoholic Luis!!! (así es como me llama siempre, aunque aún no me explico el porqué) con esa vocecilla de anime que tanto pone, me agarró y me llevó al centro de la improvisada pista frotándose cómo nunca la había visto, ni habría imaginado que sabría hacerlo. Después de una buena sesión de frote nos retiramos exhaustos a una zona más despejada de la casa, donde después de decirme “You are so cute, Alcoholic Luis” varias veces, me agarró del cuello y empezó a darme besitos en la mejilla. Yo sabía que una oportunidad como esa no se me iba a presentar de nuevo en mi vida, así que utilicé la maniobra “Heston”, también conocida como “Cobra inversa”, o “Hurón despreciable”, consistente en un rápido giro de cuello cuya consecuencia es que el sujeto que intenta besarte en la mejilla acaba besándote en la boca. Lejos de partirme la cara, como habría sido lógico, le pareció muy gracioso, así que después de soltar una típica risilla de chinita, siguió intentando darme besos en la mejilla, a lo que yo respondí con varias maniobras “Heston” más, mientras ella seguía riéndose. Después de eso, como vino se fue, y yo como iba muy tajado en vez de seguir al tajo, me fui a seguir bebiendo que es lo que los alcohólicos hacemos cuando nuestro problema ya es bastante grave.

A mí, me funciona
Poco a poco, y ya a altas horas de la noche la gente se fue yendo, quedando sólo los mayores desechos de la sociedad, es decir, españoles y sudamericanos. Tras comentar las risas que había traído la noche y acabar con las últimas reservas de alcohol disponibles, cada uno se fue por donde había venido y yo con mucho disimulo dejé al resto de españoles limpiando para irme a dormirla que ya me iba haciendo falta.

Los últimos desechos
Sé que siempre que os cuento una historia la cosa se queda a medias, pero así es la vida, cómo en el caso de Jacksonville os podría haber dicho que tuve sexo salvaje con la señorita Cheng pero creo que es mejor contar la verdad, porque ese puntito “loser” es el que hace que os creáis la historia y no penséis que como estoy a varios miles de kilómetros de distancia os estoy contando una bola, ¿verdad?
Nada más, simplemente avisaros que tardaré bastante en leer vuestros comentarios porque este fin de semana no voy a estar en casa. ¿Dónde voy a estar?

¡¡¡MARDI GRAS!!!
Se avecina otra buena historia.